Mejor respuesta - elegida por quien preguntó
Aunque sea un poco largo, el siguiente artículo extraído de:
La Cara Oculta de la Iglesia
Héctor Ruiz Núñez
Ediciones de la Urraca
EL CARDENAL Y LA CORISTA
“Falleció el cardenal francés Jean Danielou”, titulaba en su página 2 el
diario Clarín, el 23 de mayo de 1974. Y así ampliaba la noticia:
“PARIS, 20 (AFP Y ANSA) – El cardenal francés Jean Danielou, una de las
figuras más representativas de la Iglesia de su país, falleció hoy
repentinamente, mientras se encontraba en casa de unos amigos. El
purpurado, de 69 años, se sintió súbitamente descompuesto y expiró pocos
minutos después, pese a que fuera inmediatamente socorrido. Los médicos
diagnosticaron infarto de miocardio”.
Jean Danielou, jesuita, había sido considerado un progresista durante la
década del 40, cuando fue nombrado decano de la Facultad Teológica de
París. También, una voz destacada en el Concilio Vaticano II. Conforme
avanzaba en edad habían menguado sus impulsos renovadores y en sus
últimos años se encolumnaba claramente junto al clero tradicionalista.
Dos años antes de su muerte, en abril de 1972, el cardenal francés había
visitado Argentina. Recibido por las más altas autoridades y hasta por
el propio general presidente de turno, regresó a París con varios
doctorados Honoris Causa bajo el brazo: entre otros, los de la
Universidad Católica Argentina y de la Universidad del Salvador.
Miembro de la exclusiva Academia Francesa, la muerte de Danielou provocó
una competencia de evocaciones laudatorias. Los dignatarios
eclesiásticos y los políticos galos de todo signo expresaron su inmenso
pesar desde las páginas de los periódicos, que se extendían
proporcionando detalles de su vida prolífica y su triste fin. Sobre este
último aspecto, para muchos pasó inadvertido o consideraron una
confusión informativa la diversidad de sitios donde cada medio de prensa
ubicó el deceso del prelado. Además de situarlo en casa de amigos, se
lo hacía morir en plena calle, subiendo las escaleras del departamento
de un enfermo y hasta en la sacristía de Notre Dame.
LA BELLA MIMI
Pero hubo alguien que encontró sospechosa tanta disparidad y consideró
oportuno investigar. En su edición del 29 de mayo, el inefable semanario
satírico Le Canard aparecía en las calles de París con explosivas
revelaciones sobre la muerte del cardenal: “Las circunstancias del
deceso de un personaje como el prelado exigen el mayor rigor en la
verdad histórica”.
Según la publicación, Danielou no había muerto en ninguno de los lugares
indicados por la prensa, sino en el cuarto piso del número 56 de la
calle Dulong (París, 17). Exactamente en el interior del departamento
alquilado por la señorita Mimí Santoni, una hermosa rubia de 24 años.
De acuerdo con Le Canard, poco más tarde del imprevisto fallecimiento se
precipitaron al departamento un comisario y varios policías, ante la
sorpresa de la gorda portera de la calle Dulong. Después de interrogar a
la joven inquilina, el comisario informó que el cardenal había entrado y
a los pocos minutos cayó fulminado: “Evidentemente, venía a confesar a
la señorita”, concluyó.
Detrás de los funcionarios policiales, acudieron al lugar varios
religiosos con aire de obispos. Esa noche, Mimí no dejó de acudir a su
trabajo en el cabaret.
Le Canard dejaba expresa constancia de su coincidencia con la policía:
“Lo mismo que el comisario, nos inclinamos por la tesis de la confesión a
domicilio. Si la señora Santoni recibió al purpurado en salida de baño
fue, con seguridad, porque consideraba inconvenientes sus ropas
habituales.
También se ocupaba de puntualizar curiosas resonancias en varias
oraciones fúnebres dedicadas al cardenal. Maurice Schumann (Le Figaro
24/5/74) había escrito: “¿Por qué Danielou alimentaba su fiebre? Quien
toma a Dios en serio se convierte en un hombre perdido. Perdido por el
amor y sus enormes desarreglos”
Y Xavier Tilliette: “en el éxtasis del apóstol fue al encuentro del Dios
viviente”. Seguramente impresionado, Le Canard repetía: “Ah, claro, en
el éxtasis”.
SOMBRAS DE CHANTAJE
Para la edición del 5 de junio de 1974, la columna que Le Canard había
dedicado a la muerte del cardenal se extendió a una página entera, bajo
el título: “El affaire Danielou: ¿la verdad es escandalosa?”, explicaba
el semanario: “¡Qué revuelo desencadenó nuestra revelación! Cables a los
diario, mensajes cifrados al Vaticano, investigación paralela
encomendada a altos prelados”.
Y se entretenía (con total desenfado) en revelas nuevos secretos del asunto que, a ese tiempo, apasionaba a toda Francia.
El padre Costa, superior de los jesuitas en París, se había hecho cargo
del delicado asunto, llegando rápidamente al número 56 de la calle
Dulong. Pisándole los talones, apareció por el departamento el nuncio
apostólico Egano Righi-Lambertini, representante del Papa en Francia.
Fue él quien notificó al cardenal Villot, secretario de Estado de Paulo
VI.
Una vez que el cuerpo del desafortunado Danielou fue trasladado, el
padre Costa se apresuró a telefonear a todas las redacciones, pidiendo
suma discreción sobre las circunstancias funestas. Así quedaban
explicadas las distintas versiones periodísticas. Pero se lamentaban
desde Le Canard: “¡Ay! Al buen prelado se le olvidó comunicarnos las
consignas”.
Cuando el padre Costa se enfrentó con la información publicada por el
semanario, procedió como un jesuita de ley; lanzó una nueva explicación.
Según él, el cardenal Danielou acudía hacía tres meses (un detalle
novedoso) a la casa de la joven Santoni para arreglar un chantaje al que
era sometido una alta personalidad amiga suya. En esta última visita,
con el fin de poner punto final a la situación, llevaba encima una
elevada cantidad de dinero.
A tono con su estilo, Le Canard no desaprovechó la jugosa tesis del
padre Costa. Esa “alta personalidad amiga” de Danielou, “¿era laica o
religiosa?”, se apresuró a preguntar. En cuanto a la importante suma de
dinero, “¿saldría del culto?”.
De paso, acercaba otras informaciones a sus lectores y al mismo padre
Costa: la policía vigilaba desde hacía seis años (no tres meses) “las
actividades extrasacerdotales de su eminencia”. Y sobre el departamento
de la calle Dulong: “El mismo Chirac (más tarde, primer ministro de
Francia) habría sido otro asiduo visitante”.
SILENCIO DE LOS OBISPOS.
Ciento veintiséis prelados, cardenales, obispos y arzobispos de Francia
se reunieron en París a fines de marzo del ´74, preparándose para el
sínodo que se realizaría en el Vaticano. Lo cierto es que el tema de la
convocatoria quedó relegado por un problema candente: ¿cómo tratar la
muerte del cardenal Danielou?.
Se debatió si mantener que había muerto “en el éxtasis del apóstol”, es
decir, por la extrema tensión en el momento de la unión con Dios. Esta
tesis fue desechada por la gran mayoría: hubiera sido un festín para la
mordacidad de la publicación que desvelaba a todos.
Y los santos varones discutieron el delicado punto central: ¿convenía
contestar los artículos de Le Canard publicando una versión oficial, o
era mejor callarse?.
Navegaron un poco sobre la hipótesis del chantaje a una “alta
personalidad”. Finalmente se le sugirió suavemente al padre Costa que
renunciara a publicar un “Libro Blanco” sobre el tema.
Así fue como la noble asamblea, que tenía programado rendir homenaje al
difunto, se disolvió sin producirlo. Sí se comprometió a evitar
“imprudencias” en el empleo de palabras que podían prestarse a ironías
descorteses.
En el Vaticano, el papa Pablo VI había manifestado una gran tristeza:
Danielou era su preferido. El Superior de los jesuitas y el secretario
de Estado vaticano, en cambio, no se veían compungidos. Seguramente
porque el padre Arrupe y el cardenal Villot estaban en conocimiento de
las incursiones extrasacerdotales del cardenal académico, informados por
un alto funcionario de la policía. En Roma no gustaban del éxtasis.
Le Canard, el 12 de junio, desafiaba a la prensa seria: “Entonces,
queridos colegas de Figaro, L´Express, Le Monde, Parisien Liberé,
L´Aurore, ¿les seguimos haciendo creer a los lectores que el cardenal
murió de un ataque cardíaco en la calla? ¿Ahora que conocemos los
pormenores? ¡Qué curioso! La prensa extranjera parece menos preocupada
por respetar lo permitido. El semanario inglés The Sun, del 10 de junio,
cuenta cómo Danielou, considerado “uno de los dignatarios más mojigatos
de la Iglesia Católica francesa” murió en el departamento de la
bailarina de strip-tease Mimí, alias señora de Santoni, quien
posteriormente desapareció”.
-----------
Disculpen, pero debo cortar el final porque no se me permite una respuesta tan larga. Copio un trocito de la última parte.
-------------
Se dice también: “El no está para defenderse”. ¿Defenderse de qué,
padres?. No fue él quien pretendió disfrazar la realidad. Son ustedes
los que se defienden. Y entre nosotros, reverendos, no nos parece
escandaloso que haya muerto en los brazos de la bella Mimí. A nuestros
ojos, con o sin éxtasis, es una hermosa muerte. No somos nosotros los
que predicamos el celibato sacerdotal”.
Muchos saludos a todos
- Calificación de la persona que pregunta:
- Comentario de la persona que pregunta:
- No creo que el cardenal pueda encontrarse ahora “en un lugar mejor”
En cambio, el cardenal Danilou, académico, fue "duro" con los religiosos y religiosas en una época de mucha confusión de implantación del espíritu del Vaticano II ... "La vuelta a las fuentes" a la Oración y Fidelidad. "No juzgar " palabra de Dios!
Repórtalo